martes, 14 de septiembre de 2010

De perro a lechón.

A veces, cuando comes y tu bella mascotita te mira con sus ojitos de la criaturita más desdichada y hambrienta del mundo, debes ser duro y preguntarte, ¿estoy siendo víctima de un chantaje canino? La respuesta generalmente es sí.

Yo me di cuenta de esto muy tarde, cuando ya me había convertido en el juguete favorito de mi perro.

Una debe aprender a decir no a tiempo, sino, nomás miren la evolución que tuvo mi perro por dejarme tocar el corazón múltiples ocasiones:

Aquí Pipo acababa de llegar, estaba sumamente flaco y nos conmovía sólo con pestañear.



Poco a poco su peso se hizo normal, más no su hambre y ganas de comer, las cuales parecía que no se agotaban.


Así llegamos a un Pipo bonachón, abrazable. Todo parecía bien, pero él no se conformaba. Su cara se le fue haciendo más redonda, su nariz y los ojos más pequeños, hundidos entre lo pachoncito de su ser.


Todos insistíamos en que era suficiente, pero él no escuchaba. Sus ojos de Remi se volvieron como de loco, ávidos de pastelillos y cualquier cosa que se pudiera comer. No podíamos negarnos, simplemente enloquecía. Su nariz, antes respingada y perruna tomó forma cerdina. La barba característica de su raza no podía ocultar la papada que creció desmesuradamente.


Sin darnos cuenta, el pequeño Pipo cobró una forma muy parecida a la de un lechón. Incluso su ladrido era diferente. Oooinnnkk!!!

Ahora, está a dieta. Tratando de arreglar lo ya desarreglado.

Tomen esto como ejemplo y cuiden a sus perros. Más vale un no a tiempo.

(La historia fue exagerada un poco con propósitos 100% didácticos y filantrópicos)



2 comentarios:

  1. Me has hecho reír muchísimo. Está todo bien con ese post, tremendo!

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  2. jajajajaja te la vuelaaas!! lo peor es que la primera imagen es totalmente ciertaa jajajaja

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