martes, 2 de marzo de 2010

Anécdota de un mitómano.

Hoy me pasó algo muy singular. No es nada del otro mundo, pero me dejó con una sensación extraña, y es hasta ahora que llego a mi casa y me cae el veinte, que empezaron a brotar en mí, múltiples sentimientos: decepción, enojo, coraje, alivio...
Así que decidí que la mejor forma de ordenar mis ideas era escribiendo. Espero no les moleste.
Sucede que la causa de esta 'emanación' de emociones, es que me descubrí como blanco de un sinnúmero de mentiras y engaños.
Lo admito, soy del tipo que creé en la gente. Eso de pensar en que está pensando el otro y cuidarme por lo tanto, me da mucha flojera. No lo hago, confío o no, y ya. Sin embargo siempre he creído en mi capacidad de discernir quien merece la pena y quien no. Una cuestión de vibra, química, sentido común, no sé. Y eso es algo que me asusta, no haberlo hecho.
Siento decepción. No tenía porque ser así. Siento tristeza sólo por lo que en su momento fue. Repito, no tenía que ser así, tan sin respeto, tan triste, hasta vulgar...
Me da coraje saber que hay personas con múltiples caras y que los desconfiados tienen razón en ser desconfiados. Pero hay personas así y punto.
Al principio de esto, pensaba en la tristeza que me da que estos mitómanos seres se salgan con la suya, pero ahora que escribo, pienso que eso no es importante. Siento un gran alivio de saber que ya no estoy ahí. Avancé :D
Para terminar, diré lo siguiente: Que bueno si te va bien o que bueno si te va mal, la verdad, ya no me importa. Por el bien del mundo y de la sobrevivencia de los que confiamos, ojalá el número de tus próximos crédulos sufra un crecimiento inversamente proporcional al número de todas las mentiras que has dicho en tu vida :) Ojalá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario